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En morfología lingüística, un morfema es un fragmento mínimo capaz de expresar un significado, y que o bien coincide con un lexema, o bien unido a uno modifica su sentido. En ciertas terminologías, se distingue entre un lexema, que puede usarse aislado, y un morfema, que solo puede usarse conectado a un lexema, y ambos tipos son llamados conjuntamente monemas; sin embargo hoy en día se prefiere llamar morfema a cualquier monema, y entonces se distingue entre morfemas libres que no necesitan unirse a otros morfemas (por ejemplo pronto), y morfemas ligados que siempre van unidos a otros morfemas, de los cuales al menos uno es un lexema (por ejemplo -idad en vitalidad); dicho de otro modo, para algunos autores el término monema designa tanto a los lexemas como a los morfemas gramaticales, mientras que para otros el término morfema designa cualquier tipo de monema, sin importar si se refiere a un monema dependiente o no dependiente.
En muchas lenguas los morfemas generalmente están constituidos por una secuencia de fonemas, aunque en otras lenguas algunos elementos fonéticos suprasegmentales como el tono, el acento o la nasalidad pueden constituir una diferencia fonética que realiza un fonema, en esos casos los morfemas no son un fragmento separable de la palabra.
Tradicionalmente, se ha señalado que el «morfema es la unidad más pequeña con significado de la lengua» aunque dicha definición no es demasiado útil porque no aclara qué debe entenderse por significado, ni establece qué es una unidad relevante. Informalmente los morfemas se clasifican en varios tipos: morfemas léxicos o lexemas, y morfemas gramaticales que a su vez se clasifican en derivativos y flexivos.
En las lenguas flexivas los morfemas constituyen la parte variable de la palabra. El morfema gramatical, que tiene menos carga semántica, aparece siempre asociado al lexema, con más carga semántica. Ambos pueden descomponerse en unidades menores: los fonemas, que no tienen significado gramatical ni semántico, y que son las unidades mínimas de la fonología.